Perfect Day
Lo que queda del paisaje.
Mientras la cultura popular nos seduce con el mito de una naturaleza indómita en la que evadirnos de las frustraciones de nuestra vida cotidiana, nuestra experiencia más habitual nos mantiene atados ya sea al turismo de masas o a escapadas fugaces a lugares que son simplemente lo que queda del pasado. Paisaje: vestigios de lo que alguna vez fue campo, ahora invadido por la industria, urbanizaciones y grandes superficies. Apropiados por necesidad y transformados por pura resiliencia, estos lugares han sido rescatados de su dimensión inhóspita para convertirse en opciones plausibles en las que todavía podemos disfrutar de un poco de tiempo libre bajo el sol, lejos del bullicio de la ciudad.
Son precisamente estos lugares de ocio en la sociedad postindustrial los que interesan a Txema Salvans, cuyas tomas resaltan toda su banalidad surrealista y agudizan la divertida sensación de extrañeza que engendran. Lo hace mediante dos recursos retóricos. En primer lugar, manteniendo un punto de vista lo suficientemente distanciado como para priorizar la escena y su entorno sobre los sujetos individuales y sus expresiones, y en segundo lugar, y más importante, a través del mecanismo de la elipsis. La mayoría de las fotografías fueron tomadas en la playa o cerca del mar, por lo que es el mar el que justifica la presencia de gente nadando, pescando o jugando en la arena. Y, sin embargo, el mar es siempre invisible, porque Salvans se sitúa entre el agua y los personajes, invirtiendo la dirección de su mirada. Como resultado, lo que la cámara nos muestra es la perspectiva degradada a la que los personajes quieren darle la espalda. Darle la espalda a algo es ignorarlo, incluso pretender que no existe.
La obra de Salvans nos habla, pues, de ese delirio colectivo que nos lleva a fantasear con esos retazos transitorios de paraíso. Como no tenemos forma de saber si hay otro paraíso posible, nos contentamos con esos momentos de tranquilidad e incluso de felicidad entre el hormigón y las fábricas. Pero también nos habla de una paradoja en la política de la visión. La paradoja es que a nosotros, espectadores de las fotografías, se nos niega la posibilidad de ver lo que los actores de las fotografías quieren ver, mientras que lo que se nos frota ante los ojos es lo que ellos no quieren ver. Es Salvans quien maneja las instancias de esa dialéctica y al hacerlo demuestra, como sostenía Nietzsche, que no hay hechos, sino solo interpretaciones.
Joan Fontcuberta
Perfect Day - Txema Salvans
FIRMADO POR TXEMA SALVANS