Las casas de crack en Sao Paulo y Salvador de Bahía. septiembre/octubre 2008.
Una acumulación interminable de miradas vacías perpetúa la privación atónita de los hombres vencidos por la historia.
Todo se hace para erradicar todo rastro de deseo, rabia, violencia, dolor, miedo o placer animal.
Sombras frágiles liberadas del control social al recuperar el control sobre sus cuerpos.
A través de la degeneración de los cuerpos y el paroxismo de las emociones, las imágenes revelan fragmentos de la sociedad que escapan al análisis y visualización habitual del cuerpo social, pero que sin embargo son sus elementos primarios.
Enfrentando las contradicciones inherentes al uso de la fotografía documental, estructurando un camino físico y psíquico ensombrecido por la dependencia, el dolor, el riesgo, el azar y la inconsciencia.
La pobreza es la antítesis del orden.
La bestialidad es la última muralla contra la anestesia de los sentidos y la mentalidad de una sociedad que define objetos y personas como mercancías.
Quienes se emancipan de la privación física y eluden el orden moral acceden a los últimos ritos mágicos del instinto, como territorio íntimo de la resistencia social, antídoto del sueño mercantil, alternativa a la violencia de la estabilidad social.
La producción de imágenes pornográficas puede ser, paradójicamente, la única posición verdaderamente comprometida, una alternativa a la violencia de una estabilidad social basada en la frustración de la lujuria insatisfecha.
Sólo el mestizaje de los cuerpos queda fuera del alcance de la historia, en una lenta agonía, bajo el sello de la conciencia y la ironía, conjurando la muerte y viviendo una visión amorosa del mundo.
Noiá - Antoine d'Agata
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