Cuántas veces has estado en tu auto yendo a algún lado cuando de repente ves por tu ventana algún evento breve, a menudo insignificante, que sin embargo llama tu atención, y te vuelves hacia quien está en el auto contigo y le dices: “¡…rápido! ¡Mira eso!' Y luego es demasiado tarde, ya lo has pasado y se vuelve casi demasiado vago como para describírselo a quienquiera que esté contigo. ¡Pero viste algo! Y entró profundamente en ese lugar vulnerable que tenemos para las epifanías.
 
Empecé a entender que la ventanilla del auto era el marco, y que de alguna manera el auto mismo era una cámara conmigo dentro, y que afuera el mundo se desplazaba con una imagen en constante cambio en la pantalla. Todo lo que tenía que hacer era levantar la cámara y parpadear para hacer una fotografía. De esta manera entregué todos los controles que normalmente había desarrollado cuando estaba caminando, por las imágenes crudas y fragmentarias que estaban emergiendo de mi mundo en movimiento.